jueves, 25 de septiembre de 2014

Una historia relacionada con el juego: NINTENDO

Nintendo cumplió 125 años

Empezó como una fábrica de naipes y se convirtió en uno de los principales fabricantes de consolas y videojuegos del mundo
Por   | LA NACION


EN EL LINK ANTERIOR SE CUENTAN LAS INNOVACIONES QUE REALIZO LA EMPRESA JAPONESA NINTENDO DURANTE MAS DE UN SIGLO HASTA LLEGAR A LAS CONSOLAS DE VIDEOJUEGOS ACTUALES.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Un gran protagonista de la innovación tecnológica: el teléfono celular. Es interesante apreciar en la siguiente entrevista como fue el proceso de innovación en pocas décadas en un objeto hoy cotidiano......

El teléfono celular cumple 40 años: habla su creador

Entrevistamos a Martin Cooper, el hombre que el 3 de abril de 1973 inició una revolución en las comunicaciones y cambió para siempre nuestra sociedad
Por   | LA NACION
 
Martin Cooper y el ''''''''ladrillo'''''''' original (un Motorola DynaTAC). Foto: Gentileza Arraycomm
Tiene 84 años, pero sigue trabajando, aunque no tanto como antes: "cuando era más joven saltaba de la cama y estaba haciendo cosas antes de desayunar. Ahora me tomo toda la mañana para desayunar y después trabajo. Pero bueno, el golf no me gusta: ¿qué otra cosa podría hacer?" Es ingeniero electrónico, y las comunicaciones lo fascinan desde pequeño. Y estuvo a punto de transformarse en un militar profesional (la Marina estadounidense financió sus estudios), pero finalmente optó por meterse en la industria de las telecomunicaciones.
Y el 3 de abril de 1973, ante la mirada atónita de varios transeúntes (y la presencia de la prensa) Martin Cooper inició una revolución en las telecomunicaciones: en la Sexta Avenida, en Nueva York, usó un teléfono sin cables para llamar a otra persona. No un inalámbrico hogareño, se entiende (no existían entonces): un teléfono que usaba una antena especial en el techo de un edificio para tomar su llamada y conectarla con la red de telefonía fija.
Los hitos más importantes de la historia del celular, un especial multimedia con los avances destacados de la industria móvil
¿Llamó a su jefe? ¿A su esposa? ¿A su madre? No: a Joel Engel, su -en ese entonces- archienemigo laboral. Cooper trabajaba en Motorola; Engel dirigía los míticos laboratorios Bell de AT&T. Ambos buscaban lograr lo mismo, un teléfono celular funcional. Cooper hizo la primera llamada, y le dio el dudoso honor a Engel de ser la primera persona en el mundo que atendió una llamada de ese tipo en un teléfono normal. "No le hizo mucha gracia", recuerda Cooper, entrevistado por LA NACION.
Cooper no creó el primer teléfono móvil. La pionera más famosa, cuenta la leyenda, fue Hilda, la mujer de Lars Ericsson, el fundador de la compañía de telecomunicaciones sueca que lleva su nombre: a principios del siglo pasado llevaba en el auto (una novedad para ese entonces) un teléfono normal y una jabalina con dos ganchos; cuando se le daba la gana se colgaba, literalmente, del poste telefónico más cercano.
En la década del 50 y 60 ya existían los teléfonos móviles inalámbricos, pero eran radioteléfonos, sólo funcionaban en un auto, eran carísimos y tenían muy poco alcance.
 
Cooper en febrero último, cuando fue premiado por la Academia Nacional de Ingenieros de Estados Unidos; segundo desde la izquierda, Joel Engel, el hombre que atendió su primera llamada. Foto: Gentileza Martin Cooper
Cooper tampoco inventó el concepto de las redes celulares, con transmisores de baja potencia que dan servicio a áreas pequeñas (celdas) y que permiten la reutilización de frecuencias, que había nacido a mediados del siglo pasado.
Pero este hombre es el que tomó todo eso y lo transformó en una tecnología y un dispositivo que, 40 años después, usa la enorme mayoría de la población mundial. No hay, dicen, una tecnología industrial que se haya difundido tan rápido, ni que alcance a tanta gente. Hay 6000 millones de usuarios de teléfonos celulares pero, como alertó Naciones Unidas hace dos semanas , sólo 4500 millones tienen acceso a un baño limpio.

LLAMAR A UNA PERSONA, NO A UN LUGAR

Pero volvamos a Cooper: es el 3 de abril de 1973, y sorprende a la prensa y a los neoyorquinos con algo que parece de ciencia ficción: un teléfono celular, inspirado en parte (como admite luego) en el Tricorder de Star Trek. Para demostrar la ductilidad de su invención, Cooper cruza una calle de Nueva York junto con un periodista, mientras habla por su teléfono celular. "Es lo más peligroso que hice en mi vida", declaró después.
Pero ¿cómo llegó a ese momento? Cooper entró en Motorola en 1954; desarrollaba radios portátiles para policías y bomberos, y ahí, dice, endendió el valor de poder comunicarse en forma directa con alguien, y no con un lugar.
"Veníamos trabajando con la idea de las comunicaciones personales hacía mucho tiempo -dice Cooper-. Durante 100 años, si querías hacer una llamada o recibirla estabas atrapado en el lugar donde estuviera el teléfono. Pero una vez que tenés un celular estás llamando a una persona, no un lugar. Es una diferencia enorme. El teléfono celular es personal, le pertenece a un individuo, no importa donde esté. Siempre lo pensé así, y por eso armé un equipo de gente para investigar esa área."
A principios de esa década, y a instancias de Engel, AT&T comenzó a diseñar una red de telefonía celular, pero cerrada (la compañía dominaba entonces las telecomunicaciones de Estados Unidos) y orientada a tener un teléfono en el auto.
Rudy Krolopp, el diseñador industrial del primer modelo en Motorola. Foto: Gentileza Motorola
"En Motorola nos oponíamos a eso, queríamos poder competir, y cuando nos enteramos que el gobierno estaba analizando el tema, decidí que teníamos que hacer una demostración de lo que podíamos hacer, sorprenderlos y que entendieran lo que estaba en juego. Así nació esa llamada -explica-. Después de la conferencia de prensa me fui a Washington y le mostré el equipo a varios funcionarios." Y los convenció de que su idea era mejor que la de AT&T.
El teléfono que usó no era un bloquecito casi etéreo como los actuales: pesaba un kilo y medio y la batería le daba poco más de 20 minutos de autonomía. "El prototipo no era muy confiable -recuerda Cooper-; los circuitos integrados recién estaban apareciendo, y el prototipo todavía no los tenía; adentro había literalmente cientos de partes, todo era muy inestable, así que fue una ventaja para nosotros que el gobierno se tomara varios años para definir cómo funcionarían las redes celulares, porque fuimos mejorando el equipo; el que se usó comercialmente a partir de 1983 era la quinta versión; habíamos invertido 100 millones de dólares para mejorarlo."
En Estados Unidos se hizo la primera llamada, pero fue Japón el país con el primer servicio de telefonía celular, en 1979; los países escandinavos comenzaron a dar el servicio en 1981. Estados Unidos habilitó el servicio comercial en 1983 (con AT&T; el diseño de la red lo hizo Joel Engel ); en la Argentina se ofrece desde 1989.
El primer teléfono comercial del grupo de Cooper fue el DynaTAC 8000x (también conocido como "el ladrillo"). Pesaba 800 gramos, permitía hacer llamadas y recibirlas, y nada más; faltaban diez años para los SMS . Su compañero de andanzas en nuestro país fue el TX400, que gracias a la batería incluida en una valija tenía más autonomía y mejor señal.
En Estados Unidos el 8000x costaba entonces casi 3995 dólares (unos 10.000 dólares actuales, aproximadamente, según calcula Cooper). "No era para cualquiera, claro. Todo el mundo se asombraba cuando lo veía, pero era carísimo. Creíamos que iba a ser popular, pero al principio era poca la gente que podía pagarlo. Los que comenzaron a usarlo enseguida fueron los vendedores inmobiliarios, que entendían las ventajas de estar siempre disponibles y de poder hacer una llamada desde cualquier lado. Pero no a todos les gustaba, un abogado me dijo entonces que jamás usaría un teléfono celular."
-¿Pensaban en otras funciones además de las llamadas para el celular?
-Bueno, muy a futuro creíamos en las videollamadas, pero nada más. En 1973 Internet no existía como tal, no había cámaras digitales, no había GPS. Lo único que teníamos era una suerte de chiste: en el futuro cuando nacieras te asignarían un número de teléfono, y que el día que te llamaran y no atendieras sabrían que estabas muerto.
-Vamos camino a eso, ¿no? El celular cambió nuestra sociedad, todo el mundo está disponible, modificó las costumbres también.
-Sí. En términos generales estoy contento, creo que nos hizo una sociedad más productiva en todos los niveles, y la gente es más feliz por eso. Es cierto que cambiaron algunas costumbres, pero sucede con todas las tecnologías así de disruptivas. Y el teléfono tuvo desde el primer día un botón para apagarlo si no querés que te molesten. Pero recién estamos comenzando, creo que los teléfonos del futuro serán muy diferentes.
Un aviso de 1979 explicando las primeras pruebas de telefonía celular de AT&T (en inglés.

-¿Le gustan los celulares actuales?
-No. Me parecen todos iguales, todos difíciles de usar. Cuando entro en un negocio de teléfonos los veo y todos tienen el mismo aspecto, todos hacen lo mismo. Me gustaría que fuera más como con los autos, que tenés variedad de tamaños, colores, diseños y formatos, y podés elegir varias de esas cosas antes de comprarlo. Están tratando de que los celulares actuales hagan de todo, y cuando querés hacer todo con una sola cosa ésta termina no siendo particularmente buena en nada. Yo pienso en un futuro de dispositivos muy especializados interconectados, que lleves una suerte de computadora central en el bolsillo y a eso se le conecten otros elementos, un auricular en la oreja, un sensor biométrico bajo la piel para monitorear tu salud, cosas así. Hace unos años mi esposa creó Jitterbug, un teléfono muy sencillo que sólo hace llamadas y manda mensajes, y es fácil de usar. Tiene unos 500 mil usuarios, la mayor parte es gente mayor.
-Inevitable preguntarle, entonces, qué teléfono usa...
-Todo el mundo me lo pregunta siempre, así que siento que tengo que estar probando todos los teléfonos. Siempre tuve de todo, tuve iPhone, hace unas semanas estuve usando un equipo de Nokia con Windows Phone, ahora le estoy hablando desde un Motorola Razr M; en unas semanas tendré otro.
-Trabajó durante 29 años en Motorola dedicado a los celulares, y luego se fue y en 1992 fundó su propia empresa... que también es de telecomunicaciones.
-Mi empresa, Arraycomm, se dedica a hacer diseños de lo que llamamos antenas inteligentes, que permiten hacer un uso más eficiente del espectro, es decir, de las frecuencias de radio que usan los celulares. Es algo muy difícil de lograr, pero un mejor del espectro abarata costos y hace que tener un celular sea más económico para todos.
-Así que lleva 50 años dedicados a las telecomunicaciones.
-Desde chico supe siempre que sería ingeniero, me encantaba armar y desarmar cosas; y sigue siendo así. Siempre creí que es importante ser muy bueno en algo, especializarse, y eso hice. Además me gustan muchas cosas; cada 5 años trato de variar el foco para aprender otras cosas, ahora estoy metido en temas de salud, se viene una revolución en ese área. Y la idea de no estar trabajando cada día, de no estar usando mi mente, es terrible para mí..

Los Protagonistas del Control de Calidad

Los diferentes alimentos hasta que llegan al consumidor atraviesan diferentes controles de calidad. Estos se incrementan si el destino final es otro país. Una estrategia adecuada requiere de una compleja interacción de personas, equipos y estategias a lo largo de todo el Proceso de Producción.

A continuación se puede conocer  mas sobre esta cuestión, a través de una entrevista periodística realizada a uno de los Titulares de un importante Laboratorio argentino. El mismo está ubicado en Gral. Cabrera (Cba), y  abre sus puertas cada año para que los alumnos de la E.E.T.P. Nº 388 puedan ver de cerca  su actualizado equipamiento así como dialogar con quienes allí trabajan. Esta es la nota:


LA VOZ DEL INTERIOR
1-7-2007









Entrevista con Roberto Sandrini / Presidente del laboratorio JLA Argentina
MICROSCOPIO GLOBAL
Por Walter Giannoni


De un pequeño laboratorio ubicado en General Cabrera, a una empresa global con presencia en cuatro países. Los caminos que llevaron a dos bioquímicos del interior a construir un proyecto en franca expansión. Para que se entienda rápido y sencillo. JLA Argentina es un laboratorio en cierta medida equivalente al Ceprocor, pero privado. Nació de la mano de Roberto Sandrini y su esposa Marisel Corelli, bioquímicos, en General Cabrera, y rápidamente se integró a una multinacional especializada en el control de calidad de maní y otras oleaginosas, de la cual hoy es socio, con presencia, además de la Argentina, en Estados Unidos, China y Brasil. La historia de cómo dos profesionales construyeron en poco tiempo su propia compañía y hoy expanden sus servicios a todo el complejo industrial y exportador.

–¿Nació en General Cabrera?
–Sí, fui a Córdoba a estudiar y luego me casé con una chica que conocí allá. Ella estaba haciendo un master y vino a General Cabrera a trabajar con las micotoxinas del maní que es una de las mayores trabas del producto para entrar en Europa.
–Es como si me hablara en chino. ¿Hay maní para ir picando por acá a ver si puedo entenderlo?
–Acá no, pero conseguimos en un ratito. El maní es un producto por excelencia de la región. Se fue moviendo al sur, incluso a San Luis y La Pampa.
–Volvamos a la historia. Ella se vino y usted ¿qué hizo?
–Me quedé en Córdoba trabajando para el Hospital Italiano.
–¿Como bioquímico?
–Sí. Hasta que aquel laboratorio comandado por mi esposa empezó a crecer y decidimos que yo también debía venirme aquí. Laburaba en el laboratorio y hacía control estadístico en plantas de maní.
–¿Auditoría, digamos?
–Iba a las plantas y controlaba stocks, calidad, cantidad. Era 1991-1992, estaban comenzando los warrants, una herramienta financiera importante que toma como garantías el grano físico.
–Oí del sistema.
–Hasta que en 1995 cayó muchísimo la cosecha de maní en Estados Unidos, entonces Procter & Gamble, uno de los grandes consumidores de maní, se empezó a preocupar.
–Una gran multinacional.
–Inquieto por la caída, Procter le pidió a un laboratorio norteamericano, J. Leek & Asociados que viniera a ver qué pasaba en la Argentina por las dudas que tuvieran que importar maní. Ellos fueron a Córdoba Capital sin advertir que la zona manisera era muy grande. Una sola persona andaba para todos lados.
–Intuyo que ahí apareció usted.
–La gente de las plantas maniseras le dijeron a esta persona que nosotros estábamos haciendo casi lo mismo pero para clientes locales. Nos contactaron y empezamos a prestarle servicios, muestras, análisis de control y demás.
–¿Y empezaron a comprar maní?
–Ellos recién estaban viendo si les convenía comprar acá teniendo en cuenta todas las variables sanitarias, de calidad y cantidad que necesitaban. Los yanquis son así, trabajan todo con mucha anticipación.
–Planificación, le dicen. (¡Uahh!, como si yo fuera un gran planificador)
–Exacto. Cuando los clientes norteamericanos de Leek se enteraron que estaba también en la Argentina le empezaron a pedir que controlara lotes, embarques y el volumen del negocio se le convirtió en inmanejable.
–Venía de suerte mister Leek.
–Eso motivó que aumentáramos nuestra intervención hasta que en 1997 nos dijo: "¿Les compro el laboratorio, les vendo o nos asociamos?" Así nació en 1999 JLA Argentina.
–Una pegada de acá a la China.
–¡Y fuimos a la China! (ríe). Nos empezó a ir bien, certificando alimentos de exportación, focalizados en maní y nueces. El principal exportador de estos productos a Europa era Estados Unidos, el segundo la Argentina y el tercero China. Pero en un momento China se convirtió en un grandísimo actor del mercado internacional y eso nos llevó a abrir allá.
–Voy enganchando la idea: se instalaron en cada uno de los mercados exportadores.
–Sí, pero para los yanquis, salir de Estados Unidos es un cuco. ¿Ir a China? ¿Qué encima es comunista...? Era un mundo para ellos.
–¿Vio que los norteamericanos tienen sus propios deportes?
–Tal cual, Fórmula Indy, Béisbol… El mundial de básquet no les importa, es la NBA y nada más. Romper ese círculo en este negocio fue un trabajo intenso. Empezamos a pensar en China en 1998 y recién abrimos en 2002.
–¡Cuatro años pensando!
–Como ningún norteamericano se animaba tuve que ir yo. Las dificultades para encontrar un socio que hablara inglés fueron grandes. En el segundo viaje el objetivo era cerrar un contrato en 20 días.
–¿Y?
–La Embajada Argentina nos recomendaba que tuviéramos un asesoramiento profesional. Los abogados de China nos querían cobrar 17 mil dólares para leer el contrato simplemente. Todos los días, junto con el contador, parecía que nos pegábamos la vuelta sin nada en las manos.
–En los obstáculos aparece el temple. ¿No?
–A eso sólo lo puede hacer un argentino buscavidas. James Leek, con la mentalidad norteamericana, se hubiera vuelto a los dos días o pagaba los 17 mil dólares, quizá.
–Volvamos acá, ¿cómo es este laboratorio de Cabrera?
–Mil metros cuadrados cubiertos y con mucha tecnología. Con decirle que JLA tiene ocho laboratorios en Estados Unidos, pero el de la Argentina es el más moderno de todos.
–¿Eso es bueno, supongo?
–Sí, pero fíjese esta dicotomía, somos muy conocidos en el mercado externo, pero no nos conoce casi nadie aquí. A clientes europeos les hacemos análisis de salmonella en soja. O, por ejemplo, rotulado de agroalimentos.
–Rotulado, ¿la etiqueta?
–Así es. El rotulado según el Mercosur tiene que agregar fibras alimentarias, grasas trans, y nadie las hace. No hay casi laboratorios que cumplan con todo el análisis de los alimentos, nosotros sí.
–¿Es una desventaja estar en el interior del interior?
–Con una mano en el corazón, sí. Esta semana estuvo la gente de Pepsico, un español y un holandés, y nos preguntaban cómo traíamos los profesionales. En algún caso, hasta le hemos conseguido trabajo a la esposa para que pudiera venirse el bioquímico.
–¿Y qué hacía Pepsico aquí?
–Argentina es el único proveedor serio a nivel mundial que tiene maní en cantidad para poder mandar a Europa. Entonces están todos los europeos con los ojos puestos acá.
–¿Y cómo es la sociedad con este empresario norteamericano?
–JLA Global opera en Estados Unidos y el dueño es Leek. Pero a la vez es socia en un 75 por ciento de JLA Argentina, y juntos somos socios minoritarios en China y Brasil.
–¿Además de alimentos qué otras cosas analizan?
–En la industria atendemos todas las ramas, sanitarias, ambientales, operarios, efluentes, pesticidas, rotulados para productos terminados… la oferta es amplia.
–A propósito, ¿las etiquetas que hablan del valor energético de los alimentos son confiables?
–Es una muy buena pregunta. En la Argentina a eso no lo controla nadie. Es una declaración jurada. El industrial define qué rótulo quiere hacer y utiliza tablas armadas, pero no lo mide. Con excepción de nuestros clientes.
–El otro día probé un dulce de leche que, juro, era artificial.
–Le creo. Hay un montón de mieles artificiales. A nivel industrial a las melasas se les dice miel. La miel de abejas es otra cosa. A veces ponen miel y no aclaran si es o no de abeja porque muchas veces es una melasa artificial.
–¿Y en herbicidas o plaguicidas cómo estamos?
–Hemos hecho estudios y todavía es un país bastante virgen en ese aspecto. Usted piense que aquí un campo muy cascoteado tiene 40 ó 50 años de agricultura. En Europa lo normal es que un campo tenga 100 años de explotación.
–Dígame, ¿los norteamericanos están muy obsesionados con el terrorismo alimentario?
–Absolutamente, piensan que los van a atacar por ese lado. Entonces hay que registrar toda la trazabilidad del alimento en la FDA y avisar que el cargamento está en viaje para que ellos le hagan un seguimiento. Terribles.
–Bueno, ¿como profesionales encontraron la salida laboral?
–Sí, totalmente. Bioquímica y licenciatura en Química son carreras con mucho futuro. Tenemos que ser muy burros para que Argentina no sea un líder agroexportador, incluso de productos terminados.-

El pueblo y el mundo
Nombre: Roberto Sandrini.
Edad: 42.
Profesión: bioquímico.
Estado civil: casado con Marisel Corelli, también bioquímica.
Hijos: Nicolás, Tomás y Delfina.
Empresa: JLA Argentina.
Cargo: presidente.
Facturación: U$S 1,5 millón al mes.
Socios: James Leek.
Empleados: 42.
Dato: Sandrini es vicepresidente de JLA Global, con sede en Estados Unidos.
Vida: de pueblo. "En General Cabrera juego al fútbol y estoy con mis hijos. Una vez al mes me toca viajar afuera", dice.